Podría resumirse en dos palabras: sencillo y sublime. El Mel i mató es uno de los postres más populares en Cataluña junto con la crema catalana, en el que se combina el delicioso requesón (leche cuajada, originariamente de cabra) con la miel.
Sus orígenes se remontan a la Edad Media, el mató se servía con miel para disimular el estado de conservación de algunos alimentos y era un buen edulcorante ya que, debido al alto precio que tenía, estaba reservado a unos pocos privilegiados. Lo podemos encontrar en el libro de Sent Soví, que es del siglo XIV, y nos habla de diferentes preparaciones: con miel, con azúcar picado en un mortero y con agua de azahar o agua de rosas o bien con confituras.
Lo primero que aclararemos es que el mató no es requesón ni ricota, aunque su aspecto sea muy parecido, su elaboración es completamente diferente. El primero es un queso fresco mientras que los otros dos se obtienen procesando el suero de otros quesos.
En otras palabras, en el mató sí que quedará el suero de leche y el requesón o ricota son más cercanos a la leche cuajada que al queso fresco, considerándose productos lácteos.
Antes de ponernos manos a la obra tendremos que tener a mano nuestros utensilios para elaborar el mató: un cazo antiadherente, un cuenco amplio, un colador y tela de lienzo o gasas estériles. En cuanto a los ingredientes para el mató, serán: 1 litro de leche fresca de oveja y zumo de limón colado.
Primero vertemos la leche en el cazo, la calentamos a fuego medio hasta que empiece a hervir. Entonces, bajamos el fuego y removemos para añadirle el zumo de limón. Retiramos el cazo del fuego y dejamos reposar una hora aproximadamente. La leche empezará a cortarse enseguida.
Preparamos el colador cubierto con la tela de lienzo o la gasa (lo que hayamos escogido) y debajo del colador ponemos otro cazo. Entonces, vertemos el queso y lo dejamos escurrir bien, juntamos las cuatro puntas de la tela y hacemos un “saquito”. Debemos prensarlo bien con las manos para quitar el suero restante y lo dejamos enfriar en la nevera tapado con film durante 24 horas. Después ya estará listo para consumir.
Sólo nos basta con una línea, el mató se sirve en un plato y se le echa la miel por encima y unas cuantas nueces laminadas o a trozos.
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